«SI NOSOTROS NO LLEGÁBAMOS SANTO TOMÉ DESAPARECÍA»
Ana de la Cruz, Suboficial Mayor de los Bomberos de Pontevedra, y quien ayudó a combatir los incendios en Corrientes, fue reconocida como el icono femenino de los bomberos.
Los graves incendios que se desataron en la provincia de Corrientes generaron gran preocupación, los Bomberos Voluntarios estuvieron varios días combatiéndolo, incluso se requirió de distintas partes de la Argentina. Desde Merlo también aportaron ayuda, ya que el Destacamento 2 de Pontevedra estuvo presente con parte del personal. Ana de la Cruz, Suboficial Mayor, y una de los personas que estuvo allí junto a Pablo Canteros y Luciano Beguet (en total fueron 150 bomberos), habló en un medio radial sobre el trabajo realizado y el reconocimiento.
«Hubo una primera convocatoria, que fue una semana antes de esta segunda. En la primera me avisaron a las 00:05hs, y yo no tuve tiempo de avisar al encargado de mi empresa de seguridad. Pero después si lo fui preparando, porque yo creía que las llamas no se iban a extinguir por completo, entonces le dije a mi jefe que era muy probable que viaje a Corrientes e iba a necesitar unos días de licencia. Me dijo que le avise con tiempo. Esto fue el miércoles de la otra semana, en la cual el Comandante me dice que estaba la convocatoria. Entonces, me comuniqué con mi supervisor y le dije que nuestros hermanos correntinos nos necesitaban. El Comandante me preparó la nota, la presentaron a recursos humanos de mi empresa y logré viajar a Santo Tomé», contó en Radio Búnker 94.9, en el «Tanke de Búnker» (lunes a viernes, de 10 a 13hs).
«Cuando nosotros llegamos, Santo Tomé estaba en llamas. Uno cosa es verlo por televisión, otra es vivirlo en carne propia. Pero uno es bombero, hace 22 años lo soy, y uno se imagina lo peor», expresó al recordar su llegada al lugar.
De la Cruz, narró cómo fue el recibimiento de la población y subrayó el haber llegado a tiempo: «Merlo iba con personal de Tres de Febrero. Formamos un equipo y nos bautizamos los elegidos, la brigada. Cuando llegamos, las llamas nos rodeaban. La primera parada fue Monte Caseros, el lugar estaba libre de humo, pero nos trasladaron a Santo Tomé donde estaba el mayor foco. Cuando llegamos a Santo Tomé, eran las 12 del mediodía, la gente salía de las casas y nos aplaudían, lloraban. Yo lloraba a la par de ellos. Es como que ellos veían que nosotros llegábamos para que una ciudad no desapareciera. Si nosotros tardábamos dos días más, Santo Tome hubiera desaparecido».
La Suboficial recordó los peores momentos que pasaron en Santo Tomé: «Los días que la pasamos realmente feo, fueron el domingo y jueves. El domingo yo estaba a cargo de seis brigadistas, y te puedo asegurar que el cielo se puso completamente oscuro y no se veía nada. Tuve a uno de mis brigadistas con principios de asfixia y deshidratado, yo tengo que observar y velar por cada uno de ellos. En caso de una tragedia, yo tengo que ser la última en salir. No es que no me importe mi vida, preservo la vida de ellos. Tuvimos el incendio de copa, que es cuando se prende arriba los árboles, y ese tipo de incendio es muy difícil de extinguir porque corre mucho riesgo, vuelan chispas, se hacen focos secundarios y te rodea el fuego. En ese momento, saqué a mi compañero y lo derivaron con la ambulancia. También asistí a un vecino».
«Teníamos ambulancia, una asistencia médica espectacular. Después vino la cruz roja. Tuvimos un masajista, de todo», destacó.
«En un momento me encomendé al cielo, y le pedí al altísimo que por favor lloviera. Y no sé si fue la fe de todos, pero empezó a llover. Pudimos salir ilesos, pero en un momento me las vi fea. El jueves, quedamos encerrados en un bosque nativo, estábamos trabajando con bomberos forestales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. En un momento se sintió una explosión y vimos una llama de varios metros, que parecía que nos corría. Yo era la última y pasé a ser la primera, teníamos que correr. Creo que le saqué cien metros a todos por la adrenalina, pero si yo me caía, ellos también. Fuimos a una casa, esa gente sólo tenía un tractor, y el fuego nos seguía. Los helicópteros empezaron a tirar agua con los baldes, los fuimos apagando con eso. Se levantó una tormenta de viento, que era de aproximadamente 80km por hora, y se largó a llover. Ahí hicimos la danza de la lluvia de los bomberos y agradecimos, ayudó a mitigar y extinguir el monstruo de fuego», describió sobre el momento en que llegó la lluvia.
De la Cruz aseguró que lo vivido en Corrientes, en cuanto a incendios, fue la peor experiencia en sus años de bombera voluntaria: «Fue lo más complicado. Yo tuve la participación con la Brigada Forestal de la Región Norte, por la cual me certifiqué por el Plan Nacional del Manejo del Fuego, en 2018. Estuve en Zárate, en los incendios de isla, que me acuerdo que nos bajaban a las 7 de la mañana de los helicóptero, y nos venían a buscar a las 17hs. Nos bajaban las provisiones, dejábamos un punto de referencia para hidratarnos y descansar cinco minutos cuando íbamos extinguiendo las llamas. Para nosotros, cinco minutos son como cinco horas. Es un trabajo muy desgastante».
«Yo tengo 58 años, eso llamó mucho la atención de la gente de Santo Tomé. No me da vergüenza decir mi edad. Ahí, me bautizaron como la abuela de Santo Tomé. Cuando venían de diferentes medios a entrevistarme, me captaban y yo recalcaba que era de Merlo, que pertenezco a Pontevedra, y que soy abuela», remarcó.
«El martes de la semana pasada Merlo debía volver. Pero la Directora de Derechos Humanos y una Concejal, hablaron con la alta cúpula de los bomberos y pidieron que me quede, porque era el icono femenino y trabajaba a la par de todos. Decían que mi ropa salía limpia. El mejor bombero no es aquel que se ensucia, sino el que utiliza los elementos de protección y sale medianamente limpio», dijo.
«Me vine con mi corazón estallado de emoción y felicidad. La despedida fue como ser Messi en la Copa América. Si nosotros no llegábamos, Santo Tomé desaparecía literalmente. El trabajo nuestro tuvo sus frutos. La gente nos alcanzaba cosas para comer, frutas, barras de cereal y caramelos. Es la comida de un brigadista, hay que comer liviano e hidratarse», concluyó.
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