JUAN PABLO CARDOZO: «VA PASANDO EL TIEMPO Y NADIE PUEDE BATIR EL RÉCORD DE MIDLAND»
Sector Prensa dialogó con Juan Pablo Cardozo, uno de los ídolos de Midland. El ex capitán habló acerca del histórico ascenso a la B con el Funebrero, el invicto de 50 partidos, las adversidades que le tocó atravesar y su vida fuera del fútbol.
Entrevistamos a con uno de los jugadores históricos de Midland, Juan Pablo Cardozo. El ex defensor y capitán, recordó los ascensos del 88/89 (récord de 50 partidos invictos) y del 95/96 (subió a la Primera B), contó cuales fueron sus adversidades y a que se dedica en la actualidad.
SP: – Fuiste el capitán en dos ascensos históricos de Midland.
JPC: – En el 88/89 fui capitán, también en el Lugano campeón 87/88, donde perdimos 3 de 38 partidos. Fue muy importante ese año. Como digo siempre, yo no creo en las casualidades, creo en las causalidades. Lo de Midland fue causalidad. Nosotros veníamos con un gran equipo y terminamos de ensamblarlo en Midland, obviamente que con su gente se potenció todo. Esto fue a tal punto que, el primer gol que nos hacen de local fue en la quinta fecha de la segunda rueda. Me dieron la cinta contra Lamadrid, el primer y segundo partido me los perdí por lesión, después de ahí lo seguí siendo. Yo tengo liderazgo propio por naturaleza, pero del positivo, de ser buen compañero, de alentar, sacar la cara por ellos, animarlos. A mí la adversidad me fortaleció, yo perdí a mi papá de muy chico, a veces eso es un combustible interno. Yo siempre digo, en la vida no siempre llega el más talentoso, sino el perseverante, el que nunca baja los brazos. En el ´96 también fui capitán, en Midland siempre lo fui, parece que la cinta del Funebrero va siempre conmigo.
– ¿Qué significó para vos ser parte de aquel plantel que ascendió y logró el invicto que se hizo récord?
– La palabra que lo define es orgullo. A veces quieren descalificar por ser de la Primera D, por lo otro, y la mayoría venía de la Primera División. Yo en el ´86, hacía dos años atrás, había jugado en Italia un torneo (En Viareggio, con Platense) donde estaba el Inter, Real Madrid, Barcelona, Bayern Munich, Milan, Nacional de Montevideo. Para mí fue un orgullo haber integrado ese equipo. Con los años uno se va dando cuenta de muchas cosas, va pasando el tiempo y nadie puede batir ese récord. Si era tan fácil antes, ¿por qué no lo hicieron los demás, no? Creo que estábamos en el club indicado, se lo merecía Midland, no había otro que tenga ese calor, esa pasión. Todos los sábados era una fiesta, en Libertad y de visitante.
– ¿Qué tenía ese equipo?
– En principio tenía buenos jugadores, sino no salís campeón invicto. Más allá de que siempre hay un filósofo que no le gusta alguno o entra en la comparación, eso no sirve cuando son diferentes contextos y tiempos. Teníamos una enorme personalidad, siempre pensamos en ganar, pero no era sólo un pensamiento. A mí me gusta la física cuántica, que habla del pensamiento positivo, vos tenés que tener un pensamiento positivo pero tiene que haber una acción después. Ese pensamiento lo poníamos en práctica dentro de la cancha, lo gestionamos. Nosotros entrabamos enchufados, cada uno sabía qué hacer, que debíamos funcionar como equipo, no había ninguna estrella porque todos teníamos un nivel parejo. Ese equipo formaba con Zahzú; Maidana, Ramírez, yo, Moreno; Berón, Vega, Carrizo, Coronel, Villa; Pin.
– ¿Tenés alguna intimidad o anécdota para contar?
– El «Negro» Carrizo, cantaba, una personalidad enorme. Es uno de los que menos se habla. Él te cantaba antes del partido, después del mismo. Cuando estabas bajoneado, te levantaba. Le gustaba mucho Guaraní, por ahí estaban los periodistas afuera y él se ponía a cantar en el vestuario y algunos querían saber quién era. Era un tipo muy divertido, otro de los líderes del plantel. Nos conocíamos de chicos, jugamos juntos en el baby, Platense, Acassuso, fuimos campeones en Lugano y Midland, estuvimos en San Telmo.
– ¿Sentías qué eran invencibles? ¿Tuviste esa sensación en otros equipos?
– Si, en otro equipo no sentía eso. En Lugano teníamos un buen equipo, pero había muchas variables. Era otro contexto, no teníamos hinchada, esa sensación cuando entrabamos, no había nadie en los entrenamientos. En Midland tuvimos todo, la experiencia, el apoyo y el cariño de la gente, los triunfos, el respeto del rival. Capaz suena chocante, pero nosotros lo único que teníamos que hacer era ponernos el traje para disfrutar esa fiesta de los sábados, lo digo desde la humildad.
– ¿Qué recordás del ascenso a la B? ¿Por qué decidiste volver? ¿Qué diferencias había con el equipo del 88/89?
– Fue la segunda vez que volvía, no recuerdo bien. Volví porque faltaban dos fechas para terminar el campeonato anterior a ese, estaba en Barracas con Pin. Fuimos a jugar con Midland y le ganamos 1 a 0 con un gol mío de cabeza, yo no lo grité, y a la noche, creo, me llama el presidente Salinas preguntando si quería volver porque se iban al descenso. Estuve en las buenas, como no iba a hacerlo en las malas, y volví. Era un gran equipo, pero que se armó con jugadores de todos lados, después por falta de rendimiento y pago se desmanteló el grupo. Nos salvamos del descenso faltando dos fechas, creo que contra Dálmine de visitante. Después se armó un equipo para el repechaje, tuvimos cuatro técnicos en un año, y qué equipo te soporta eso. Nos quedamos, vino el «Pelado» García que no me quería, porque en el vestuario dijo ´estos son los jugadores que tengo, salvo Cardozo que lo puso la CD´. Pensé que tenía mala fama por algo, que no le gustaba por algo. Cuando ascendimos, vino y me dijo: ´cuando te retires del fútbol, quiero que seas mi ayudante´. Mirá como cambiaron las cosas, ¿no? Fuimos con un equipo con muchos jugadores del club, que no jugaban. Pero teníamos a «Coto» Gómez, un corazón enorme, Martinelli, se estaba afianzando en Primera. Tengo mi opinión de que cosas se hicieron mal, pero como no soy dueño de la verdad, prefiero callarme. Los que quedamos nos mentalizamos, hicimos una pretemporada de 20 días, fuimos a jugar el repechaje y lo hicimos a todo o nada, sin prejuicios y sin miedo. Creo que dimos batalla, contra Lamadrid perdíamos 3 a 1 en el alargue y lo empatamos. Fuimos a los penales, arrancamos abajo y lo ganamos. Contra Cambaceres estuvimos dos veces abajo, tuvimos dos penales a favor, después lo ganamos en los penales. Y con San Telmo, aguantamos el cero con uno menos. Nos hicimos fuertes a base de resultados. No me gusta comparar, pero eran dos equipos muy distintos. Uno del contexto y la formación, como venían.
– ¿Te fue difícil superar la pérdida de tu papá?
– Te voy a contar una anécdota muy importante en mi vida y que llevo grabada en mi corazón. Él tenía un amigo en Martínez, hincha de Independiente, y habían hecho una promesa de que el primero que moría, le ponían la camiseta en el cajón. Tenían que hacer firmar la camiseta y dejarla ahí. Mi papá murió en marzo del ´74, Independiente sale campeón del mundo contra Juventus en diciembre del ´73, gol de Bochini. Y bueno, le pusieron la camiseta firmada por todos los jugadores, Bochini, Pastoriza. Imagínate que Independiente es todo para mí. En realidad el fútbol, es la pasión más grande de mi vida, y mis hijos son mi gran amor. Mi viejo era una persona muy correcta, siempre lo tuve como espejo. En la carrera de DT, en psicología te enseñan que la personalidad se forma hasta los 6 o 7 años, y es una gran verdad. Yo lo perdí a mi papá cuando tenía esa edad y saqué muchas cosas de él, ser un tipo prolijo, responsable. Ambicioso, en el buen sentido, en tratar de aprender, crecer en todas las áreas. Era un tipo que le gustaba progresar, era mi ejemplo. A veces dicen que los hijos hay que educarlos con responsabilidad, pero hay que dar el ejemplo, porque a veces queremos imponer algo que no hacemos. Mi mamá murió hace tres años, ella me quiso mucho, pero formó otra familia y eso te despega del vínculo. Éramos muy diferentes, en conceptos y valores, no es que chocamos. Igual ahora la extraño mucho, siempre hacen falta los padres.
– La primera vez que hablamos me contaste que te gusta leer y aprender sobre liderazgo.
– Me encanta leer y aprender. Antes no me daba cuenta de lo importante que era aprender, el tiempo que a veces perdemos por cabeza dura o sostener algo en el tiempo a cualquier precio, no está bueno. Me gusta mucho el liderazgo, he leído muchos libros sobre eso. Yo soy de Leo, no sé si te dice algo eso. Dicen que es el rey de los signos. A veces, uno habla de liderazgo y lo relacionan con algo malo, autoritario, y es todo lo contrario. Un buen líder tiene que ser buena persona, por sobre todas las cosas, respetar para que te respeten, no ser autoritario, ser creíble. Hay muchos ítems para tener en cuenta. Uno tiene que seducir a las personas, el que motiva, el que da la oportunidad de crecer al grupo.
– ¿Te gustaría dirigir a Midland?
– Si, es mi sueño, todo el mundo lo sabe. Yo sé que es muy difícil, diría casi imposible. Todo lo que pienses va a pasar en la vida, así que no pienso que sea imposible. Quizás algún día tenga la oportunidad pararme delante de los jugadores y decir todo lo que significa el club, el sentido de pertenencia que deben tener al salir a la cancha. Darse cuenta lo grande que es Midland, y desde ese lugar poder defender con otra mentalidad a la camiseta.
– ¿Tuviste propuestas para dirigir en equipos de AFA? ¿Dirigiste algún equipo amateur?
– Si, yo estoy dirigiendo las inferiores de Atlanta. Después estuve dirigiendo en country, clubes privados, pero amateur. El tema mío es laboral, por eso no me metí más de lleno, porque yo siempre dependí de mi trabajo. Cuando vos dirigís un club, si no tenés un sustento económico, a veces te deben dos, tres, cuatro y hasta cinco meses. Pero posibilidad siempre tuve, es más, mi ayudante de campo es Eduardo Caldas que dirigió Colegiales. Yo me recibí junto al «Cholo» Simeone y Diego Cocca, en 2006.
– ¿A qué te dedicabas cuando jugabas? ¿Ahora tenés algún emprendimiento?
– Al final de mi carrera conseguí un laburo, porque yo ya tenía que pensar en otras cosas. Empecé a estudiar comunicación, hice la carrera de DT, para llegar a la gente porque la comunicación es fundamental. Ahora tengo un emprendimiento, vendo membranas, latex, frentes y muros. Aparte, trabajo en una tabacalera y vendo productos de una empresa brasileña, lo importamos y vendemos acá.
– ¿Te costó el retiro? ¿Tiene un precio ser ídolo de un club?
– Me costó mucho el retiro, pero tenía que pensar en otras cosas. Podría haber seguido, físicamente estaba impecable, pero sentí mucho el hacer dos cosas a la vez y no era la misma energía, no es que no lo podía hacer. Cuando vos te dedicas tenés otra potencia, descanso y ánimo. Hacer dos cosas a la vez te deja la cabeza repartida, las responsabilidades son más grandes. Y con lo de ídolo, me siento querido pero no sé si ídolo. Eso lo tienen que decir los hinchas. Tengo mucha gente que aprecio en Midland, muchos amigos. Me siento muy identificado. Yo soy un agradecido a Midland, aunque no todas fueron buenas.
– ¿Qué otras adversidades pasaste en tu carrera?
– Haber quedado libre en Platense. Uno tiene muchas. Me acuerdo que antes de viajar a Italia, me desgarré dos meses antes, pero por suerte me pude recuperar. Tuve un desgarro en el aductor que me tuvo muchos meses afuera. No tuve grandes lesiones por suerte.
– ¿Cumpliste todo lo que soñaste como jugador?
– Soñé con poder jugar al fútbol, fue lo primero. Después, la carrera, el tiempo, te va indicando que vos podés dar mucho más y yo sé que me manejaron mal. Me quedé con ganas de demostrar que pude estar mucho más arriba, no tengo duda, nadie me lo va a sacar de la cabeza. Tengo mucha autocrítica, no me permitía jugar mal y me ponía mal si lo hacía, era extremadamente exigente conmigo. Por eso era el primero en llegar a entrenar y el último que se iba, eso te lo pueden decir los pibes. Me iba último porque era medio lento en bañarme y perfumarme. Siempre dejé todo en los entrenamientos. Uno tiene que dejar todo no sólo en la cancha, en la semana también. Me quedaron asignaturas pendientes, pero no reniego de mi carrera. Nunca descendí, gané tres finales y perdí tres, uno cuenta las que ganan pero también hay que contar las que se pierden.
Por: Ezequiel Olivera