SILVANA ESPADA: «SOY UN BICHO DE TEATRO, ERA SÓLO UNA ACTRIZ Y TERMINÉ SIENDO UN POCO DE TODO”
Dialogamos con la actriz Silvana Espada, quien se desempeña hace muchos años en el teatro. Un repaso por su carrera, infancia, los cambios que se fueron generando y cómo viven y se reinventan los actores en esta época.
Los actores, el teatro, fueron otros de los sectores que más se vieron afectados con la pandemia de coronavirus. Sector Prensa entrevistó a una de las protagonistas de este rubro, Silvana Espada, quien nos contó cómo golpea la situación actual que vive el mundo. Quien fue la esposa de Edgardo Nieva, actor que personificó a Gática en una legendaria película, recordó una obra en la que trabajó con él. Además, repasó su carrera, infancia y habló de las alternativas por la falta de público.
SP: – ¿Cuándo comenzaste con el teatro?
SE: – Cuando recién iba a primer grado, hice de abuela en un 25 de mayo. Estaba con vestido, miriñaque, peluca y peinetón, contando la historia de esa fecha. Me acuerdo que eran tres páginas de cuaderno Gloria, eran chiquitos, pero tres hojas de memoria para una niña de primer grado es mucho. Iba relatando, me olvidé una palabra y la miré a mi señorita Elsa, que estaba sentada en la primera fila, me la dijo y seguí. Ese fue mi primer acercamiento. Después seguí, todos los grados de primaria, bailando, actuando o recitando. A los diez años, comencé a estudiar.
– ¿Qué te hizo elegirlo?
– Empecé a estudiar en el Instituto Vocacional de Arte, antiguamente llamado Teatro Labardén. Creo que me hizo elegirlo ese acercamiento que tuve, desde tan chiquita, en el colegio. Además, yo iba a una primaria, que del otro lado había una primaria y secundaria de varones, donde venían a buscar alumnas cuando se necesitaban para realizar un acto escolar. Yo trabajaba en mi acto escolar, que por lo general era de lunes a viernes, y los sábados y domingos, que se hacían en el teatro importante del otro colegio, bailaba ahí. También debe venir de los genes, porque mi mamá y mi papá hacían teatro vocacional. Si bien, ninguno de los dos se dedicó al teatro, se conocieron haciendo eso.
– ¿Qué te dejó o te sigue dejando el teatro?
– El teatro es oxígeno, en realidad. Es vivir para y por. Proyectas absolutamente todo el tiempo, aunque esos proyectos no se lleven a cabo. A mí me gusta todo lo que es el teatro, actuar, la producción, me encanta. Estamos en un momento bastante atípico, pero creo que me dio mucho crecimiento, porque tengo junto a un socio, un grupo de infantiles. Hace dos años que no hacemos infantiles, en el Paseo La Plaza, pero hemos hecho veinte años en ese lugar. En vacaciones de invierno, hicimos entre tres y cuatro funciones por día de cada cuento. Te deja mucha enseñanza.
– ¿Cuánto golpeó la pandemia a los actores? ¿Cómo se reinventan?
– Fue de terror. Al comienzo, no se hacía absolutamente nada. Estamos hablando de teatro comercial, porque al independiente lo golpeó y sigue golpeando. El comercial tiene un aforo del 50%. Hay salas de teatro independiente que tienen 50 localidades, 25 personas no serían negocio. Está la posibilidad del streaming, pero no funciona en algunos independientes. No funciona porque no tienen un aparato de promoción, el teatro independiente no tiene.
– ¿El streaming ayuda o falta el calor del público?
– Si va bien, ayuda para facturar. Es como estar ensayando solo en el living de tu casa, nada más que tenés que tener en mente que no es un ensayo y trabajar para el público que está del otro lado. Lindo, no es. Es lindo si se factura bien. Lo que tiene de bueno el público es que, si la obra tiene 500 funciones hechas, siempre va variando. Hay días donde están sin hablar, sin hacer nada, que dicen que está hecho de cartón pintado. O acusan todo lo que uno hace, en el escenario. Como nunca es igual el público, eso está bueno. El ida y vuelta, la energía que se genera.
– ¿Siempre fuiste por el camino de la actuación?
– En teatro, siempre actúe e hice muchas obras. Pero, al crear mi propio grupo, empecé a ser productora ejecutiva, vestuarista, escenógrafa, hice cosas con cartapesta, utilería. Por eso digo que soy un bicho de teatro, era sólo una actriz y terminé siendo un poco de todo.
– ¿Te imaginabas tantos años de carrera? ¿Te costó hacerte un lugar?
– Estrené en 1992, mi primera obra de teatro como actriz. Antes era preparación, a partir de ahí fue mi debut. En cuanto a hacerme un lugar, creo que lo puedo llegar a tener dentro de lo infantil, pero por mi grupo, se llama Ensamble. No soy conocida. Tuve la dicha de trabajar con mi marido (Edgardo Nieva), que lamentablemente falleció en agosto del año pasado. Un privilegio trabajar con él en una obra de teatro, “La empresa perdona un momento de locura”, en donde éramos sólo dos personajes. Él era un trabajador de una empresa, trabajador ejemplar, y ella la psicóloga de recursos humanos. Era un encuentro entre los dos, al otro día de que el obrero rompiera todas las máquinas con una masa, después de ver como a un compañero le agarraba la mano una máquina troqueladora.
– ¿Cómo fue trabajar con él? Algo especial, seguro.
– Hermoso. Era muy exigente. Él venía haciendo esa obra con dos actrices. Tuve que reemplazar a Esther Goris, un par de fechas, sin saber que después lo iba a tener que hacer una temporada y en gira. Él, al estar acostumbrado a trabajar con otras actrices, cada una tiene su impronta, y yo recién empezaba a manejar el texto. En un momento, me dice “amor, ni por asomo ese es el tono”. Yo no le decía nada. Pero obviamente, después salió y estaba encantado por cómo hacía el personaje, se sintió cómodo. La gente que nos fue a ver, se sintió muy sorprendida por esta dupla, en la vida y en el escenario.
– ¿Es difícil meterse en la piel del personaje?
– A mí, no me resulta difícil. Primero, cada uno tiene su librito para meterse en la piel del personaje. Lo primero que hago es estudiarme bien la letra, una vez que la tengo sabida, recién empiezo a trabajar el personaje. Este personaje empieza a tener sus formas de decir, de hablar, distintas a las mías. Creo en cada una de las palabras que dice el texto, me creo el aquí y el ahora del personaje.
– ¿Qué recordás de tu infancia?
– Tenía un hermano dos años mayor, que falleció cuando tenía 24 años. Recuerdo cuando mirábamos Titanes en el Ring, lo miraba de refilón, porque jugaba con las muñecas. Cuando salía Pepino, el payaso, quería que ganara siempre. Cuando mi hermano se daba cuenta de que Pepino iba a perder, cambiaba de canal para que yo no llorara, porque no paraba de llorar si perdía el payaso.
– ¿Qué hubieras hecho si no te dedicabas a la actuación?
– Locutora. Trabajé de eso en la radio muchos años, sin haberme recibido obviamente, porque nunca estudié.
– ¿Hubo cambios en el teatro durante este tiempo?
– Se puso de moda el stand up, antes el actor hacía monólogos. Es lo más notorio de los últimos años, la cantidad de stand up y los profesores que hay.
– ¿Es una terapia el teatro?
– Puede serlo para aquel que no quiere llevarlo como una profesión. Si, es terapéutico, porque uno hace catarsis con muchos de los personajes. Si tenés ganas de llorar un día, y te querés aferrar a ese personaje, aunque estés en personaje, estás aflojando emociones. Me pasó con alumnos chiquitos, daba clases de teatro infantil, que vinieron unos padres porque el nene daba solamente lecciones escritas y no podía con las orales. Empezamos a trabajar, terminó el año sobresaliendo y hablaba hasta por los codos.
Por: Ezequiel Olivera