sábado, abril 27, 2024
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EDGARDO DEVITA: UNA VIDA ENTRE EL PERIODISMO, EL ROCK Y LA LITERATURA

El periodista merlense, quien también se dedica a la música, recordó sus inicios, la difícil época en la dictadura, habló de las novelas que escribió y sus proyectos a futuro.

Edgardo Devita es un periodista que vive en San Antonio de Padua, en el distrito de Merlo, pero que también está vinculado a otra profesión, la música. Sector Prensa dialogó con él y recordó sus comienzos en el mundo artístico, la difícil situación de tocar con una banda en época de dictadura y demás. También, habló acerca de sus dos novelas y trayectoria en el periodismo.

SP: – ¿Te consideras músico?

ED: – Soy músico por afición. Si bien estudié música, soy semiprofesional.

– ¿Dónde estudiaste música? ¿Cómo combinas ambas profesiones?

– Empecé a hacer música a los 18 años, hasta los 24 o 25 años. Después dejé y retomé después de 20 años. Empecé a estudiar solo, porque me gustaba tocar, y ahora estudio en la extensión de la Universidad de Luján. Te enseñan instrumentos musicales los profesores del conservatorio, yo hace cuatro años estudio con un bajista. Cuando me empecé a dedicar al periodismo, dejé la música. El periodismo es la profesión y la música es el hobbie, la terapia, la que te saca de todas las cosas feas, podes meter la cabeza en otro lado. Si bien es cierto que cobramos por tocar, que es un actividad semiprofesional, es más que nada una terapia.

– ¿De chico también fue un hobbie o formaste una banda?

– De pibe formé una banda que se llamaba Fantasía. Estábamos empezando a dar vueltas en el mundo de la música, y de repente pasó una cosa media loca. El productor que estábamos tratando de seducir, que era Jorge Álvarez, decidió que Fantasía se transformara en un dúo, y no en un cuarteto. Necesitaba un dúo porque había muerto Alejandro De Michele. Entonces Gabriel y Luis Viola, grabaron como dúo Fantasía. Yo me dediqué a tocar un tiempo más y después me fui al periodismo. Siempre pude hacer cosas distintas. Muchos años hice literatura, tengo dos novelas editadas.

– Contame un poco de esas novelas.

– Me gusta la literatura política, que tiene que ver con la realidad social. Hice una novela que se llama «Imberbes, esos estúpidos que gritan», ambientada a los ´70. Después hice otra que se llama «Los hijos del general», ambientada en los ´80 y que también tenía que ver con la dictadura, pero era otra mirada. Eran las cosas que se habían quedado los militares en el medio de su proceso de reorganización. En este caso, se habían quedado con la empresa de un fulano y salía todo a la luz. Eso es un poco el argumento de la segunda. La primera está ambientada en la época de la vuelta de Perón al país.

– ¿Qué lugar ocupabas en Fantasía?

– Era la típica banda de barrio. Yo vivía cerca de la casa de la voz principal, Gabriel Macciocco, éramos amigos del barrio. Yo me crié en Padua. Nuestros padres eran amigos. Gabriel es hermano de Diego Macciocco, hoy es el director de INAMU (Instituto Nacional de la Música). De tantas charlas, yo tocaba el bajo, me dijo que toque y componga con ellos. De ahí, empezamos a trabajar juntos. Salimos a buscar un baterista, hicimos unos shows en el Teatro Poético de Padua, y comenzamos a trabajar la idea de crear algo para presentarle a Jorge Álvarez. La hermana de un amigo nuestro, también paduense, era la secretaria de Jorge y le pedimos que nos lleve un cassette. Yo trabajaba en el Banco Provincia en ese momento, me ratie del banco para ir a la grabación. Tiene que ver con el barrio, la mayoría de las historias musicales han nacido así.

– ¿Sus canciones representaban algo o dejaban algún mensaje?

– En Fantasía no componía, eso lo hacía Gabriel, yo era más bien arreglador. Mi preocupación estaba en la música que en un mensaje, que seguramente intenté buscar después en la literatura. Yo me encargaba más de ser el «5», como me gustaba decir a mí, el bajista es el que ensambla, ordena y maneja todas las cosas de atrás para adelante.

– ¿Cómo se vivió esa época en el barrio con la banda? ¿Te gustaría volver a ese tiempo?

– Eran épocas difíciles. Estamos hablando entre 1978 y 1979, yo hice el servicio militar en el ´76, en prefetura. Quería respirar un poquito de libertad, pero tenías a los militares haciendo razia en todos lados. Eran épocas muy complicadas. De cualquier manera, he disfrutado mucho de mi época de juventud. Ha sido muy buena. Pero también fue muy difícil, había que tener cuidado de muchas cosas. Aprendimos a mirar para atrás todo el tiempo, y escondernos el pelo abajo de la camisa por las dudas.

– Digamos que no tuvieron las libertades de hoy en día.

– No, no las teníamos. Todo estaba mucho más centralizado, todo había que hacerlo en Buenos Aires. No había forma de comunicación que no sea la convencional, el teléfono o la carta. Yo me acuerdo que tomé clases con «Machi» Rufino, el bajista de Spinetta, y para llegar a él tuve que escribir una carta. Y si él quería, te elegía y llamaba. Era muy distinto todo, que no significa que sea feo, era otra forma de manejarse y tenía sus cosas lindas.

– ¿Cómo fue el volver a la música después de tanto tiempo?

– Muy divertido. Fui a una casa de música de Ituzaingó, me compré un bajo y un equipo. Primer bajo que me compré después de mucho tiempo, porque yo había vendido todo cuando me fui a Europa, aparte había empezado en periodismo. Me puse a ver tutoriales de YouTube, aprendí así. Yo ya sabía tocar, pero tenía 20 años sin tocar y arranqué de cero, pero no me fue difícil. Y apenas pude, porque no hago nada improvisado, con la literatura también estudié, me anoté en la Universidad de Luján. Hace un tiempo ya, con intermitencia, que estoy yendo. Me lo tomé como un hobbie. Después empecé a tocar con uno, con otro, y formamos una banda de blues que se llamaba Tripolares, en Padua. Empezaron las formaciones de bandas, descubrí que me daba placer hacerlo. El tema de la música, de cover, que es lo que yo hago, es remunerativo. No sé si es para vivir de la música, pero sirve para entretenerte y poder pagarte las cuerdas.

– ¿Hoy continúa Tripolares? ¿Cómo se fundó?

– No. Hoy formó parte de una banda que se llama La Balsa, que hace clásicos del rock nacional. Está un poco parada por todo este tema de la pandemia y aforos, hace que otro negocio sea más rentable como el karaoke. Claramente, eso también es válido, pero nos quita posibilidad a los grupos. La Balsa la formé yo durante la cuarentena, buscando músicos para interpretar clásicos del rock nacional, y me encontré con un grupo de muchachos que, en algunos casos, son profes de música. Pudimos armar una cosa que suena profesionalmente bien, era lo que yo quería hacer. Quería salir de la banda de cover que sanatea en inglés, y cantar en castellano bien cantado e interpretar bien las cosas. En febrero, cuando seguramente se empiece todo devuelta, estaremos tocando. Hasta noviembre o diciembre lo hicimos.

– ¿En qué lugares tocaron?

– En restaurantes o eventos privados. Estuvimos en la zona de Moreno, General Rodríguez, Pontevedra, Morón, dimos una serie de vueltas. Hasta que la pandemia nos cortó todo y los aforos determinaban que, por la cantidad de gente que podía ir, no era económicamente rentable llevar una banda de cuatro tipos. Prefirieron optar por llevar un o una cantante que se acompañe con pistas, que era más económica, entonces podían usarlo para el aforo. Para ellos es bueno eso, de hecho tienen trabajo en este momento, pero para las bandas no. Necesitas que haya entre 50 y 70 personas, entonces se reduce Ahora estamos armando fechas para los carnavales, que es cuando seguramente se empiece a agitar devuelta la situación.

– Contame de tu viaje a Europa.

– Tenía 22 años. Me fui en la década del ´80. Soltero, trabajaba en un banco, no tenía problemas, y me fui de vacaciones con un compañero. Estuvimos en España con mi primo, después fuimos a Inglaterra y Francia. Eran épocas en donde se podía hacer, uno aprovecha la posibilidad.

– Con respecto a la literatura, ¿planeas hacer alguna otra novela?

– No, en realidad no. Estoy dedicado más que nada a la música, a seguir estudiando y tocar. A mi trabajo y la familia. La literatura es muy ingrata en muchos aspectos. Tenés que saber escribir muy bien, tener plata para poder editar, saber vender libros y pedirle a tus amigos que te los compren, para poder satisfacer al editor. Cuando sos un escritor desconocido que no tenés apoyo, y no hay un editorial atrás que te respalda, terminas vendiendo libros de prepo a gente que los compra por compromiso. No me divierte eso, la música me genera otra cosa. Si te gusta aplaudís, sino no. El que me paga es el que arma el show, es distinto. Pero en la literatura me pasó eso, terminé vendiendo libros a mis amigos porque te comprometiste a venderlos. No es así, no tengo que vender de prepo ni obligar a que me compren.

– ¿A qué rama te dedicás en el periodismo?

– Hice periodismo deportivo en radio durante muchos años, fui relator y comentarista en La Red, en radio Libertad, El Mundo, en Colonia. Después empecé a hacer televisión en cable, hasta el 2015. Hice Cablevisión Oeste cerca de diez años, programas deportivos y políticos. Hice Glorias del Ascenso durante muchos años. Hice Panorama Bonaerense, era un programa político de actualidad. La situación económica me trajo para Merlo, igual tenía ganas de hacer algo acá. Me parecía bien hacer algo en Merlo, lo pude desarrollar como se pudo, en función de la situación. Yo hubiese querido hacer algo tipo más multimedio, pero la situación económica no me lo permitió. Llegué a Merlo en Línea con una formación importante, estuve en Estados Unidos, tengo una experiencia profesional que permite decir que sé cómo se hace el periodismo que quiero hacer, y muchos años de trabajo.

– ¿Hay algún evento que haya marcado tu carrera como periodista?

– Me acuerdo que en 1982 estaba haciendo el segundo año en la escuela de periodismo, y había empezado a hacer producción en Radio del Pueblo. Atendía teléfonos, es lo que básicamente empezás a hacer ahí. En abril de ese año, yo llegué a la radio convulsionados por el desembarco en Malvinas. Me agarró Juan Carlos Laterza y me preguntó si sabía inglés, le dije que si, y me pidió que llame a Ardiles. Me senté en el teléfono por operadora, se pedía así, y dije que quería una comunicación con Inglaterra, me dijeron que estaba loco. Avisé que era periodista. Me pasaron a una operadora internacional. Vos tenías que dejar el teléfono desocupado, al rato te llamaban ellos y te preguntan que necesitás. Cuando me atendieron, pedí hablar de Buenos Aires a Inglaterra y me preguntaron si sabía lo que quería hacer. Respondí que era para una nota periodística. Conseguí, después de muchas horas, hablar con la mujer de Ardiles. Me dijo que el marido acababa de jugar y que estaba en la concentración del hotel, había jugado a la tarde, tipo 18hs de Argentina. Me dio el número del hotel. Otra vez, comunicarse con la operadora internacional para hablar con el hotel y después explicar que quería hablar con Osvaldo Ardiles. Logré hacerle la nota y me gané mis primeros aplausos.

– ¿Qué planes a futuro tenés con el periodismo?

– El primero sería, en un país muy difícil desde todo punto de vista para hacer planes, sostener Merlo en Línea, desde la idea de hacer periodismo independiente. Hacerlo crecer en la medida que se pueda. Pueden surgir algunas cosas virtualmente, cuando se normalice la situación. También andaba dando vueltas algunas cosas en televisión, pero no se ha terminado de concretar ninguna. Así que la prioridad es hacer crecer el medio, estamos instalados en Merlo, que ya nos lee y nos cree, eso es lo más importante.

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